NOMBRE: Ernesto Cerda
Actividad: Estudiante de fonoaudiología
Te despertaste pensando que sería un gran día. Sin embargo, al cabo de unos minutos sentiste otra vez esa abrumadora angustia. Crees que eres capaz de sobrellevar el día, ese es un pensamiento alentador, pero vuelves a caer en la cuenta de que la angustia te azota como siempre. Te levantas, sentándote en la orilla de la cama, cierras los ojos. Respiras profundamente. Tienes muchas ganas de cambiar el esquema que hasta ese momento te has creado.
Caminas hacia el pasillo. Sientes un aroma que relacionas con el cambio que deseas frente a la derrota presente en tus pensamientos. Te sientes triste, a tal punto que golpeas la pared –todo está acabado y nada, ni nadie vale la pena-, comentas abrumado. ¿Qué mierda pasa? Decides tomar una ducha fría. Quizá ayude a eliminar los pensamientos erróneos.
Preparas un café -la cafeína estimula y despierta la mente-.
Estás tan agobiado, que no sabes qué vestir. Todo te incomoda. De repente piensas y murmuras en un tono irónico. – ¡qué mina!-. Sueltas una carcajada.
Subes al tren y sacas un libro. Te interiorizas en lo leído. ¡Qué angustia!, esto parece una tragedia griega, refiriéndote a lo acontecido al protagonista. De pronto escuchas que has llegado a destino.
Al salir al exterior enciendes una cigarrillo mientras observas a tu alrededor. Todos caminan seriamente, cada cual sumido en su mundo. Te das cuenta de que a nadie le interesan los demás. Te sientas en una banca, tienes ganas de llorar, pero te aguantas, ni modo y a pesar de eso caen unas lágrimas. La gente pasa y te sientes observado. Empiezas a sentirte ahogado. Todo está nublado… No sientes nada, ni el más mínimo ruido. Temes, pero te armas de valor y abres los ojos. ¡No veo nada! Gritas desesperado.